viernes, 22 de agosto de 2008

La Fábula de la Tortuga y el Escorpión

Hace algún tiempo, una pequeña tortuga se encontraba retozando en un riachuelo disfrutando de una soleada mañana, sin ninguna preocupación, al poco tiempo escucho que una voz la llamaba desde una de las orillas del río -Tortuga, tortuguita, ven por favor-, como todos sabemos, las tortugas de río son básicamente animalillos de buen corazón, así que sin dudarlo un segundo la tortuga se acerco confiadamente a la voz que la llamaba.

Al llegar a la orilla del río, la tortuga se llevo un gran susto al advertir que el dueño de la voz que la llamaba era un escorpión negro, como todos sabemos esos animales son extremadamente peligrosos por lo que la tortuga (ingenua al fin y al cabo) le pregunto sin acercarse a la orilla:

-Que quieres de mi escorpión?- a lo que el otro respondió .

-Pequeña tortuga, tengo una urgencia y debo cruzar hacia el otro lado del río, serias tan amable de ayudarme a cruzar llevándome sobre tu lomo?-

La tortuga solo tardo un instante en pensar que ahí había gato encerrado y rápidamente le contestó:

-No te llevo, por que eres un escorpión y en cuanto me acerque a ti, me vas a picar y me vas a matar-

Al escuchar estas palabras el escorpión rompió a llorar a mares y usando un tono lastimero le dijo a la tortuga:

-En verdad necesito cruzar al otro lado y no tengo tiempo para dar un rodeo, es una pena que no me quieras ayudar solo por que soy un escorpión, yo no tengo la culpa de ser lo que soy-

La pobre tortuga, que era de buen corazón, estuvo a punto de ayudarle al escuchar el llanto del que pedia su ayuda, pero recordó los escorpiones son animales que son capaces de picar a otro y matarlo solo por placer, así que comenzó a alejarse y le dijo al escorpión:

-Lo siento mucho, pero no debo de ayudarte, por que me matarías-

El escorpión desesperado le dijo:

-Tortuguita, por favor espera, te propongo lo siguiente; Tu sabes que yo no se nadar verdad?-
-Si- Contesto la tortuga un poco intrigada.
-Y sabes también, que lo único que a mi me interesa es cruzar al otro lado verdad?-
-Si- Dijo una vez mas la tortuga.
-Pues entonces que te parece si solo te acercas a la orilla lo suficiente para que yo pueda llegar a tu lomo mediante un salto, de ese modo estarás segura de que no te puedo picar cuando te me acerques, también estarás segura de que no te puedo picar cuando me estés llevando, por que si te hundes tu, pues yo también me hundiría y moriría junto contigo, además al llegar a la otra orilla me dejas a la distancia justa de un brinco y si desperdicio mis fuerzas en tratar de picarte, pues no voy a llegar a la orilla y me voy a ahogar- Dijo el escorpión y por último agregó -Por favor tortuga, por favor hazme ese gran servicio, sabes que si te pico pierdo yo tanto o más que tu-

La pobre tortuguita no sabia que hacer y repaso mentalmente el plan del escorpión y peso para sus adentros “Debe estar muy desesperado para pasar al otro lado ya que esta poniendo su vida en mis manos” y sin mas, se decidió. -Esta Bien- Dijo -Súbete, te llevo-.

El escorpión muy agradecido salto a lomos de la tortuga y esta inicio su recorrido silbando una alegre melodía, sin embargo al llegar a la mitad exacta del río la tortuga sintió el terrible piquete del escorpión en la base de su cuello, atónita al tiempo que sentía como su cuerpo se entumecía y comenzaba a hundirse solo pudo voltear a ver al escorpión y preguntarle -Que paso?- a lo que el escorpión respondió antes de ahogarse -No lo pude evitar, es mi naturaleza…-

Moraleja: Lo único a lo que nadie puede traicionar, es a su propia naturaleza.

jueves, 21 de agosto de 2008

The Tell-Tale Heart

EL CORAZÓN DELATOR - Edgar Allan Poe

¡Es cierto! Siempre he sido nervioso, muy nervioso, terriblemente nervioso. ¿Pero por qué afirman ustedes que estoy loco? La enfermedad había agudizado mis sentidos, en vez de destruirlos o embotarlos. Y mi oído era el más agudo de todos. Oía todo lo que puede oírse en la tierra y en el cielo. Muchas cosas oí en el infierno. ¿Cómo puedo estar loco, entonces? Escuchen... y observen con cuánta cordura, con cuánta tranquilidad les cuento mi historia.

Me es imposible decir cómo aquella idea me entró en la cabeza por primera vez; pero, una vez concebida, me acosó noche y día. Yo no perseguía ningún propósito. Ni tampoco estaba colérico. Quería mucho al viejo. Jamás me había hecho nada malo. Jamás me insultó. Su dinero no me interesaba. Me parece que fue su ojo. ¡Sí, eso fue! Tenía un ojo semejante al de un buitre... Un ojo celeste, y velado por una tela. Cada vez que lo clavaba en mí se me helaba la sangre. Y así, poco a poco, muy gradualmente, me fui decidiendo a matar al viejo y librarme de aquel ojo para siempre.

Presten atención ahora. Ustedes me toman por loco. Pero los locos no saben nada. En cambio... ¡Si hubieran podido verme! ¡Si hubieran podido ver con qué habilidad procedí! ¡Con qué cuidado... con qué previsión... con qué disimulo me puse a la obra! Jamás fui más amable con el viejo que la semana antes de matarlo. Todas las noches, hacia las doce, hacía yo girar el picaporte de su puerta y la abría... ¡oh, tan suavemente! Y entonces, cuando la abertura era lo bastante grande para pasar la cabeza, levantaba una linterna sorda, cerrada, completamente cerrada, de manera que no se viera ninguna luz, y tras ella pasaba la cabeza. ¡Oh, ustedes se hubieran reído al ver cuán astutamente pasaba la cabeza! La movía lentamente... muy, muy lentamente, a fin de no perturbar el sueño del viejo. Me llevaba una hora entera introducir completamente la cabeza por la abertura de la puerta, hasta verlo tendido en su cama. ¿Eh? ¿Es que un loco hubiera sido tan prudente como yo? Y entonces, cuando tenía la cabeza completamente dentro del cuarto, abría la linterna cautelosamente... ¡oh, tan cautelosamente! Sí, cautelosamente iba abriendo la linterna (pues crujían las bisagras), la iba abriendo lo suficiente para que un solo rayo de luz cayera sobre el ojo de buitre. Y esto lo hice durante siete largas noches... cada noche, a las doce... pero siempre encontré el ojo cerrado, y por eso me era imposible cumplir mi obra, porque no era el viejo quien me irritaba, sino el mal de ojo. Y por la mañana, apenas iniciado el día, entraba sin miedo en su habitación y le hablaba resueltamente, llamándolo por su nombre con voz cordial y preguntándole cómo había pasado la noche. Ya ven ustedes que tendría que haber sido un viejo muy astuto para sospechar que todas las noches, justamente a las doce, iba yo a mirarlo mientras dormía.

Al llegar la octava noche, procedí con mayor cautela que de costumbre al abrir la puerta. El minutero de un reloj se mueve con más rapidez de lo que se movía mi mano. Jamás, antes de aquella noche, había sentido el alcance de mis facultades, de mi sagacidad. Apenas lograba contener mi impresión de triunfo. ¡Pensar que estaba ahí, abriendo poco a poco la puerta, y que él ni siquiera soñaba con mis secretas intenciones o pensamientos! Me reí entre dientes ante esta idea, y quizá me oyó, porque lo sentí moverse repentinamente en la cama, como si se sobresaltara. Ustedes pensarán que me eché hacia atrás... pero no. Su cuarto estaba tan negro como la pez, ya que el viejo cerraba completamente las persianas por miedo a los ladrones; yo sabía que le era imposible distinguir la abertura de la puerta, y seguí empujando suavemente, suavemente.

Había ya pasado la cabeza y me disponía a abrir la linterna, cuando mi pulgar resbaló en el cierre metálico y el viejo se enderezó en el lecho, gritando:

-¿Quién está ahí?

Permanecí inmóvil, sin decir palabra. Durante una hora entera no moví un solo músculo, y en todo ese tiempo no oí que volviera a tenderse en la cama. Seguía sentado, escuchando... tal como yo lo había hecho, noche tras noche, mientras escuchaba en la pared los taladros cuyo sonido anuncia la muerte.

Oí de pronto un leve quejido, y supe que era el quejido que nace del terror. No expresaba dolor o pena... ¡oh, no! Era el ahogado sonido que brota del fondo del alma cuando el espanto la sobrecoge. Bien conocía yo ese sonido. Muchas noches, justamente a las doce, cuando el mundo entero dormía, surgió de mi pecho, ahondando con su espantoso eco los terrores que me enloquecían. Repito que lo conocía bien. Comprendí lo que estaba sintiendo el viejo y le tuve lástima, aunque me reía en el fondo de mi corazón. Comprendí que había estado despierto desde el primer leve ruido, cuando se movió en la cama. Había tratado de decirse que aquel ruido no era nada, pero sin conseguirlo. Pensaba: "No es más que el viento en la chimenea... o un grillo que chirrió una sola vez". Sí, había tratado de darse ánimo con esas suposiciones, pero todo era en vano. Todo era en vano, porque la Muerte se había aproximado a él, deslizándose furtiva, y envolvía a su víctima. Y la fúnebre influencia de aquella sombra imperceptible era la que lo movía a sentir -aunque no podía verla ni oírla-, a sentir la presencia de mi cabeza dentro de la habitación.

Después de haber esperado largo tiempo, con toda paciencia, sin oír que volviera a acostarse, resolví abrir una pequeña, una pequeñísima ranura en la linterna.

Así lo hice -no pueden imaginarse ustedes con qué cuidado, con qué inmenso cuidado-, hasta que un fino rayo de luz, semejante al hilo de la araña, brotó de la ranura y cayó de lleno sobre el ojo de buitre.

Estaba abierto, abierto de par en par... y yo empecé a enfurecerme mientras lo miraba. Lo vi con toda claridad, de un azul apagado y con aquella horrible tela que me helaba hasta el tuétano. Pero no podía ver nada de la cara o del cuerpo del viejo, pues, como movido por un instinto, había orientado el haz de luz exactamente hacia el punto maldito.

¿No les he dicho ya que lo que toman erradamente por locura es sólo una excesiva agudeza de los sentidos? En aquel momento llegó a mis oídos un resonar apagado y presuroso, como el que podría hacer un reloj envuelto en algodón. Aquel sonido también me era familiar. Era el latir del corazón del viejo. Aumentó aún más mi furia, tal como el redoblar de un tambor estimula el coraje de un soldado.

Pero, incluso entonces, me contuve y seguí callado. Apenas si respiraba. Sostenía la linterna de modo que no se moviera, tratando de mantener con toda la firmeza posible el haz de luz sobre el ojo. Entretanto, el infernal latir del corazón iba en aumento. Se hacía cada vez más rápido, cada vez más fuerte, momento a momento. El espanto del viejo tenía que ser terrible. ¡Cada vez más fuerte, más fuerte! ¿Me siguen ustedes con atención? Les he dicho que soy nervioso. Sí, lo soy. Y ahora, a medianoche, en el terrible silencio de aquella antigua casa, un resonar tan extraño como aquél me llenó de un horror incontrolable. Sin embargo, me contuve todavía algunos minutos y permanecí inmóvil. ¡Pero el latido crecía cada vez más fuerte, más fuerte! Me pareció que aquel corazón iba a estallar. Y una nueva ansiedad se apoderó de mí... ¡Algún vecino podía escuchar aquel sonido! ¡La hora del viejo había sonado! Lanzando un alarido, abrí del todo la linterna y me precipité en la habitación. El viejo clamó una vez... nada más que una vez. Me bastó un segundo para arrojarlo al suelo y echarle encima el pesado colchón. Sonreí alegremente al ver lo fácil que me había resultado todo. Pero, durante varios minutos, el corazón siguió latiendo con un sonido ahogado. Claro que no me preocupaba, pues nadie podría escucharlo a través de las paredes. Cesó, por fin, de latir. El viejo había muerto. Levanté el colchón y examiné el cadáver. Sí, estaba muerto, completamente muerto. Apoyé la mano sobre el corazón y la mantuve así largo tiempo. No se sentía el menor latido. El viejo estaba bien muerto. Su ojo no volvería a molestarme.

Si ustedes continúan tomándome por loco dejarán de hacerlo cuando les describa las astutas precauciones que adopté para esconder el cadáver. La noche avanzaba, mientras yo cumplía mi trabajo con rapidez, pero en silencio. Ante todo descuarticé el cadáver. Le corté la cabeza, brazos y piernas.

Levanté luego tres planchas del piso de la habitación y escondí los restos en el hueco. Volví a colocar los tablones con tanta habilidad que ningún ojo humano -ni siquiera el suyo- hubiera podido advertir la menor diferencia. No había nada que lavar... ninguna mancha... ningún rastro de sangre. Yo era demasiado precavido para eso. Una cuba había recogido todo... ¡ja, ja!

Cuando hube terminado mi tarea eran las cuatro de la madrugada, pero seguía tan oscuro como a medianoche. En momentos en que se oían las campanadas de la hora, golpearon a la puerta de la calle. Acudí a abrir con toda tranquilidad, pues ¿qué podía temer ahora?

Hallé a tres caballeros, que se presentaron muy civilmente como oficiales de policía. Durante la noche, un vecino había escuchado un alarido, por lo cual se sospechaba la posibilidad de algún atentado. Al recibir este informe en el puesto de policía, habían comisionado a los tres agentes para que registraran el lugar.

Sonreí, pues... ¿qué tenía que temer? Di la bienvenida a los oficiales y les expliqué que yo había lanzado aquel grito durante una pesadilla. Les hice saber que el viejo se había ausentado a la campaña. Llevé a los visitantes a recorrer la casa y los invité a que revisaran, a que revisaran bien. Finalmente, acabé conduciéndolos a la habitación del muerto. Les mostré sus caudales intactos y cómo cada cosa se hallaba en su lugar. En el entusiasmo de mis confidencias traje sillas a la habitación y pedí a los tres caballeros que descansaran allí de su fatiga, mientras yo mismo, con la audacia de mi perfecto triunfo, colocaba mi silla en el exacto punto bajo el cual reposaba el cadáver de mi víctima.

Los oficiales se sentían satisfechos. Mis modales los habían convencido. Por mi parte, me hallaba perfectamente cómodo. Sentáronse y hablaron de cosas comunes, mientras yo les contestaba con animación. Mas, al cabo de un rato, empecé a notar que me ponía pálido y deseé que se marcharan. Me dolía la cabeza y creía percibir un zumbido en los oídos; pero los policías continuaban sentados y charlando. El zumbido se hizo más intenso; seguía resonando y era cada vez más intenso. Hablé en voz muy alta para librarme de esa sensación, pero continuaba lo mismo y se iba haciendo cada vez más clara... hasta que, al fin, me di cuenta de que aquel sonido no se producía dentro de mis oídos.

Sin duda, debí de ponerme muy pálido, pero seguí hablando con creciente soltura y levantando mucho la voz. Empero, el sonido aumentaba... ¿y que podía hacer yo? Era un resonar apagado y presuroso..., un sonido como el que podría hacer un reloj envuelto en algodón. Yo jadeaba, tratando de recobrar el aliento, y, sin embargo, los policías no habían oído nada. Hablé con mayor rapidez, con vehemencia, pero el sonido crecía continuamente. Me puse en pie y discutí sobre insignificancias en voz muy alta y con violentas gesticulaciones; pero el sonido crecía continuamente. ¿Por qué no se iban? Anduve de un lado a otro, a grandes pasos, como si las observaciones de aquellos hombres me enfurecieran; pero el sonido crecía continuamente. ¡Oh, Dios! ¿Qué podía hacer yo? Lancé espumarajos de rabia... maldije... juré... Balanceando la silla sobre la cual me había sentado, raspé con ella las tablas del piso, pero el sonido sobrepujaba todos los otros y crecía sin cesar. ¡Más alto... más alto... más alto! Y entretanto los hombres seguían charlando plácidamente y sonriendo. ¿Era posible que no oyeran? ¡Santo Dios! ¡No, no! ¡Claro que oían y que sospechaban! ¡Sabían... y se estaban burlando de mi horror! ¡Sí, así lo pensé y así lo pienso hoy! ¡Pero cualquier cosa era preferible a aquella agonía! ¡Cualquier cosa sería más tolerable que aquel escarnio! ¡No podía soportar más tiempo sus sonrisas hipócritas! ¡Sentí que tenía que gritar o morir, y entonces... otra vez... escuchen... más fuerte... más fuerte... más fuerte... más fuerte!

-¡Basta ya de fingir, malvados! -aullé-. ¡Confieso que lo maté! ¡Levanten esos tablones! ¡Ahí... ahí!¡Donde está latiendo su horrible corazón!

FIN

Poemas - Ana María Rabatté


Continúa
Si hoy las cosas no resultan como anhelas,
cálmate un poco... no desesperes, y cotinúa viviendo con amor. Si las gentes que cruzan tu camino, no te agradan... no las lastimes, retírate y continúa viviendo con amor. Si el camino es arduo y sin estímulo, creer desfallecer, vivir en vano... descansa y continúa viviendo con amor. Y no encuentras eco en quien esperas, sigue. Si cada día das lo bello que posees, dando y continúa viviendo con amor.

En vida, Hermano, en vida

Si quieres hacer feliz
a alguien que quieras mucho...
dícelo hoy, sé muy bueno. En vida, hermano, en vida... No esperes a que se mueran, si deseas dar una flor, mándalas hoy con amor. En vida, hermano, en vida... Si deseas decir "te quiero" a la gente de tu casa, al amigo cerca o lejos. En vida, hermano, en vida... No esperes a que se muera la gente para quererla y hacerle sentir tu afecto en vida, hermano, en vida... Tú serás muy venturoso si aprendes a hacer felices, a todos los que conozcas en vida, hermano, en vida... Nunca visites panteones, ni llenes tumbas de flores, llena de amor corazones, en vida, hermano, en vida...

Es Ahora

Es ahora cuando debo
de amar demostrándolo con hechos. Haciéndolo sentir a los demás... Es ahora cuando debo aceptar a las personas como son... y hacerles más grato el vivir. Es ahora cuando debo perdonar... al que me ofende pudiendo vivir en paz para servir a los demás. Es ahora cuando debo demostrar bondad a mi familia, amigos, dar un rayo de luz a cuantos me rodean Es ahora... es ahora, mañana quizá, sería demasiado tarde.

Puedo fabricar felicidad

Para mí y para los que me rodean.
Decidirme a ser feliz, con lo que hoy tengo en mi vida. A pesar de no sentirme bien. A pesar de no ser las cosas como deseo. A pesar de no gustarme mi familia. A pesar de no comprender a la gente. A pesar de mi cansancio físico y moral. A pesar del desaliento. A pesar de las desilusiones. A pesar de las circunstancias adversas. A pesar de la enfermedad. Luchar con mis estados negativos para poder dar lo mejor de mí mismo a los demás...
decidirme a ser feliz con lo que tengo
Esto es: fabricar felicidad

Todo en esta vida hermano, es prestado

Todo en esta vida, hermano, es prestado...
por un corto número de años... Prestada es la vida... la familia... los amigos. Disfrutemos lo que Dios nos envía cada día recordando no aferrarnos ni a objetos ni a personas... Porque hermano, te aseguro que todo es prestado por un tiempo corto... Disfrutemos de la familia... hagamos felices a los amigos... Hoy... pues son prestados.

Si yo cambiara

Si yo cambiara mi manera de pensar
hacia otros, me sentiría sereno. Si yo cambiara mi manera de actuar ante los demás los haría felices. Si yo aceptara a todos como son, sufriría menos. Si yo me aceptara tal cual soy quetándome mis defectos ¡cuánto mejoraría mi hogar, mi ambiente...! Si yo comprendiera plenamente mis errores sería humilde. Si yo deseara siempre el bienestar de los demás sería feliz. Si yo encontrara los positivo en todos, la vida sería digna de ser vivida. Si yo amara al mundo... lo cambiaría Si yo me diera cuenta de que al lastimar ¡el primer lastimado soy yo! Si yo criticara menos y amara más... Si yo cambiara... Cambiaría al mundo.

¿Qué sé yo?
¿Qué sé yo por qué la gente es agresiva? ¿Por qué la gente es triste, por qué hay personas solitarias, por qué me hieren sin querer? ¿Qué sé yo de las penas de quienes me rodean? ¿De las luchas interiores que otros sientes, de la razón por que la gente no es abierta, de la causa de las conductas infantiles, de por qué los hermanos no se aman, de la razón de que haya odio en los corazones, de lo que cada ser tiene que luchar por subsistir? ¿Qué sé de que hay gente que no sabe dar? ¿De por qué algunos no sabes amar, de por qué las cosas materiales atraen tanto? Con razón o sin razón, ¿Quié soy yo para juzgar?

Ya Pasará

Hoy Señor, me siento triste, muy cansada de luchar... pero sé que con tu ayuda... todo esto... pasará. Aceptar como son a los demás, Hoy debo luchar conmigo; pero sé que con tu ayuda todo esto... pasará. Hoy no es buena mi salud, no veo el sol brillar, pero sé que con tu ayuda todo esto... pasará. Dame Señor fortaleza llena mi vida de amor, porque sé que con tu ayuda, todo esto pasará...

Gracias Amigo

Gracias amigo... por caminar conmigo...
por hacerme con tu afecto... mucho más fácil el camino... Gracias amigo... por el tiempo que me das y al escucharme... aligeras el peso... del dolor normal de mi existencia... Gracias amigo... por darme ocasión de darte algunas veces, algo de mí misma... haciéndote sentir... que me eres importante. Gracias amigo... por tomar mi corazón, que, como el tuyo, está sediento de cariño... por esto y mucho más... Gracias amigo.

Gracias Señor

Gracias Señor, por el día de hoy... por darme salud y una familia... que me permiten crecer en plenitud... para vivir dándome con amor... Gracias Señor, por el día de hoy... que no sea ciego, que vea claramente, quiénes necesitan de mí... aunque sea una sonrisa... mi tiempo... Gracias Señor, por el día de hoy... por darme el don de la vida... permíteme ver claramente mi misión... quiero gastarme lentamente en Tí... Gracias Señor, por el día de hoy... por el aire y por las flores... por el sol... y por el mar... por el don de la amistad... por el amor... Gracias Señor.

miércoles, 20 de agosto de 2008

Nightmare


Eran cerca de las 8 de la noche, y realizando la típica rutina, decidí subir las escaleras para salir a la terraza. Me senté en una silla plegable, y me dispuse a contemplar las estrellas. El tiempo pasó tan rápido, que de un momento a otro, ya era bastante tarde, y yo empezaba a cabecear, así que sin esperar más, me levanté de un salto de la silla, y me fui a dormir. Tan pronto como me recosté sobre la cama, me quedé profundamente dormido. Eran aquellas épocas en que uno se iba a la cama casi por obligación, en lugar de por gusto. Y empecé a soñar… De pronto, me vi bajando las escaleras en una casa plenamente vacía, recorrí los cuartos, la cocina, el comedor, y no había nadie, excepto aquél chico, que venía detrás de mí. Sin mostrarle importancia, salí a la calle, y al igual que en mi casa, no encontré a nadie. Entré de nuevo a la casa, y rápidamente, el chico entró después de mí. Subiendo las escaleras, atravesé el pasillo, y entré a mi cuarto. Me recosté de nuevo, y empecé a ver el techo de la habitación. El chico estaba en el sillón frente a mi cama, observándome. A ciencia cierta, nunca pude ver el rostro del chico, ni escuchar su voz, pero él, sonaba dentro de mi mente. Me propuso que nos fuéramos de ese solitario lugar, y en esa época mi conciencia no estaba tan desarrollada como ahora, así que acepté. El muchacho me llevó a un lugar que yo no conocía, pero viendo los alrededores, me percaté que era una especie de escuela, él, como siempre, estaba lejos de mí. Di un vistazo rápido al chico, y giré mi mirada a una niña de mi edad, que estaba jugando, solitaria. Avancé hacia ella, y le dirigí la palabra. La niña me miró, y cambiando su vista, volvió a ver el objeto con el que jugaba. Charlé un poco con ella, y de pronto, el chico estaba de nuevo en mi mente. -Tírala- Me dijo. Yo me negué, sólo era una chica, inofensiva, no me estaba haciendo nada. -Tírala- Exclamó de nuevo. Ese suceso se repitió varias veces, hasta que accedí. Lo siguiente que recuerdo es a la chica corriendo en la dirección contraria, llorando. Y sonreí, y el chico sonrió conmigo. De pronto, me encontraba en un lugar totalmente diferente, había varios niños formados, que me impedían ver el lugar donde me encontraba, ni siquiera veía al chico. En unos momentos, todos los niños habían entrado al lugar ese. Así que entré detrás de ellos. Era una Dulcería, todos los mostradores estaban abarrotados de dulces, caramelos, chocolates. Y los niños, desesperados, llamaban la atención del vendedor, para que los atendiera. Yo me alejé un poco de ellos, y me acerqué a un mostrador, en el cual, no había nadie cerca. Arriba del mostrador, estaba la caja registradora, la vi, y giré mi mirada al señor, que desesperadamente, atendía a los inquietos niños. Miré al techo, vi alrededor, todo estaba tranquilo, si no fuera por el ruido de los niños y el señor. Suspiré, y en eso, afuera de la tienda, se encontraba el chico, de nuevo. Éste estaba recargado en un poste de luz. Me miró, y lo miré. Y en unas milésimas de segundo, volví a escucharlo en mi mente. -Toma el dinero- me dijo -Al fin que nadie te está observando-. Me negué, como al principio, pero el chico insistió, e insistió, hasta que lo hice. Tomé el dinero, lo guardé en mis bolsillos, y salí corriendo de la dulcería, al recorrer la calle, el ambiente fue cambiando de nuevo, hasta que terminé en un pueblo solitario. Estaba polvoriento y el viento soplaba fuertemente, así que corrí hacia una casa de madera. Abrí la puerta de golpe, y entré. El viento soplaba tan fuertemente, que la madera de la casa crujía, y estaba inestable. Pude ver que adentro no había nadie, el simple hecho de haber entrado como entré, los hubiera alarmado, y hubieran salido a ver. Miré un poco el interior de la casa, y subí las escaleras, hasta una habitación con temas azules pálidos. Al parecer era el cuarto de un bebé. Y efectivamente, un pequeño niño estaba profundamente dormido en su cuna. Sentí un mal presentimiento y volteé rápidamente a la entrada del cuarto, ahí estaba el chico de nuevo, yo sabía lo que quería, lo supuse. Así que sin dar lugar a algo, bajé corriendo las escaleras, y salí de la casa. Sin embargo, ahora el chico había adquirido más independencia, ya no me necesitaba, lo vi, desde la ventana, que éste estaba frente a la cuna del bebé, mirándolo. No podía quedarme sin hacer nada, así que entré a la casa de nuevo, subí las escaleras tan rápido como pude, pero todo fue en vano. El bebé ya no se movía. Vi al chico, éste sostenía una almohada en sus manos. Y tenía una sonrisa burlona, me miraba, y me echaba en cara que no pude hacer nada para evitarlo. En ese momento, odié al chico, no quería volver a verlo, así que salí corriendo como pude, atravesé todo el pueblo polvoriento, hasta que, repentinamente, terminé en mi habitación de nuevo. No había rastro del chico, así que pensé que había despertado, que sólo era una pesadilla, pero al bajar a la sala de nuevo, me percaté que seguía en esa realidad, en la realidad en la que el muchacho habitaba. Grité varias veces, en vano, no pasaba nada. Salí a la calle, y, me encontré con mis padres, y mi hermana, pero… de una manera extraña, no eran ellos. Los vi a la cara, No era posible, pero no eran ellos.Toda la gente, no era la misma. Corrí alejándome de esas cosas que se hacían pasar por mis conocidos. Y terminé en una ciudad algo ajetreada, era de noche, y un ambiente tenuemente verde, predominaba. Vagué un poco por las calles, había gente, o al menos, eso parecían. Cada uno de ellos, haciendo sus cosas, pero no eran ellos, yo lo sabía, no era normal. Entré a una iglesia, tratando de buscar algo de ayuda, pero fue en vano, toda la gente, estaba distante, mirando al frente, nada más. Caminé junto a ellos, y no se percataban de mi presencia, así que salí de ahí. Y al doblar en una esquina, encontré a mi hermana, y a una amiga de la infancia, me dijeron que algo raro estaba sucediendo, que creían que toda la gente estaba comportándose de manera extraña. Así que decidí salir con ellas, tomamos un taxi, sin preocuparnos de la naturaleza del conductor, hasta que, al pasar por una calle, vi en el rostro de mi hermana algo que hizo darme cuenta que ellas no eran las mismas. Tenía la misma sonrisa del chico, la misma sonrisa que yo tuve cuando empujé a aquella niña, no lo soporté más, abrí la puerta del taxi, y salté de él. Con varios raspones, me levanté del suelo, y corrí. Respiraba agitadamente, y una presión en mi pecho me hacía sentir que en cualquier momento me desplomaría y caería para siempre. Corrí, y corrí, incluso, en un momento, empecé a darme a la idea de aceptar mi locura, que todo era una gran alucinación, que estaba perdiendo la cordura, y seguí corriendo, con deseos de parar en cualquier momento, y sentarme ahí, dejar que todo pasara. Pero entonces enfoqué mi mente en todas las personas que quería, mis padres, mi hermana, mis amigos. Todos ellos estaban del otro lado de esta gran pesadilla. Y me detuve. Y pensé en el chico, me dije a mi mismo -Ven, terminemos con esto, ven-. Utilicé todo lo que podía hacer, para combatir la influencia del chico. Pensé en mis seres queridos, en mis familiares que ya no estaban conmigo, al parecer, todo eso me dio más fuerzas. Y mi voluntad pudo más que la influencia que tenía sobre mí. Aparecí en mi habitación, con el chico frente a mí. Me miró durante unos segundos, todo parecía tranquilo, hasta que soltó un grito ensordecedor que hizo eco en la habitación. Perdiendo el control, corrió por todo el pasillo, sin detenerse, y saltó por la ventana. Parpadeé un poco, y corrí a ver qué había sucedido. No había rastro del chico, y afortunadamente, no lo hubo más…

Sobre Mí


Bueno, decido hacer éste Blog debido a que normalmente la gente no es muy inteligente en los MetroFLOG's ni en los demás Flogs y Blogs de fotos. Sólo se trata de firmar, firmar y firmar y llenar tu metro de comentarios vacíos y de poca lógica. (Hay excepciones, claro está, pero son muy pocas) Así que ahora decidí tomarme el tiempo de crear un Blog, para subir todo lo que la gente normalmente no toma en cuenta en los metros. Soy una persona muy abierta a todo tipo de cosas. Por eso, en este blog publicaré temas que podrían llegar a considerarse tabúes, o mal vistos. Aún así, espero que puedan llegar a leer o ver lo publicado =) Me despido, esperando se den unas vueltas por mi nuevo Blog, Atentamente: Brian =)